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El profesor José Antonio Salas Auséns impartirá la conferencia “Los reyes Borbones en el siglo XVIII, ¿pegamento de España?” esta tarde en el Paraninfo
Esta tarde a las 19:00h se celebrará una nueva sesión del ciclo ‘Los martes del Paraninfo: cita con los profesores eméritos’. En esta ocasión el profesor José Antonio Salas Auséns impartirá la conferencia Los reyes Borbones en el siglo XVIII, ¿pegamento de España?.
Los reyes Borbones en el siglo XVIII, ¿pegamento de España?
A la llegada de la dinastía borbónica al trono hispano y tras la Guerra de Sucesión, los decretos de Nueva Planta con la eliminación de las leyes e instituciones de los territorios de la Corona de Aragón -Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares y su sustitución por las castellanas. Desde fines del siglo XV y culminada la conquista del reino musulmán de Granada, los distintos territorios hispanos, salvo Navarra, eran gobernados por unos únicos soberanos, los Reyes Católicos. Con la incorporación del reino de Navarra a comienzos de la centuria siguiente el actual territorio de España tendría un único soberano, perteneciente a la dinastía de los Austrias desde Carlos I. Un único soberano al frente de varios reinos cada uno de ellos con sus propias leyes e instituciones, manteniendo sus fronteras, reservando los puestos de gobiernos a los naturales y considerando extranjeras a las personas de los otros territorios. Los nexos en común prácticamente quedaban limitados a la persona del rey y, en todo caso, a la política exterior. Se trataba de lo que se ha denominado una monarquía compuesta. Va a ser con la llegada de los borbones cuando con más propiedad pueda hablarse de reino de España. Serían por tanto los soberanos de esa dinastía proveniente de la vecina Francia los primeros titulares del reino de España. Culminándose así a un largo proceso de dos siglos en el que se habían dado tendencias contrapuestas, con partidarios de una unificación real, bajo la preeminencia castellana y quienes, sin cuestionar seguir bajo el paraguas de un único soberano, sostenían la conveniencia de mantener la diversidad de leyes e instituciones de cada territorio.
La imposición de los decretos de Nueva Planta, tras la guerra de Sucesión, por parte de Felipe V, suponía el fin de la monarquía compuesta y un aparto institucional y legal común para todo el territorio hispano, salvo las provincias vascas y Navarra que continuaron manteniendo su status anterior como premio a su colaboración con Felipe V durante el conflicto sucesorio. Se había logrado la unificación con beneficios para los territorios, pero las luces no quedarían exentas de sombras, algunas de las cuales siguen vigentes en el presente: una imparable centralización, ignorando o dejando en un plano secundario los intereses de la periferia y ejemplo claro la potenciación de una red vía radial, con un kilómetro cero en Madrid, replicada al cien por cien en las centurias siguientes por el ferrocarril. Otras, más larvadas, se irían manifestando en las centurias siguientes con atisbos durante la guerra de Independencia, el renacer frente a la imposición del castellano de otras leguas como el gallego o el catalán, la cerrada defensa de las peculiaridades del derecho civil de distintos territorios ante el proyecto de Código Civil único para todo el estado español.