El coleccionismo del Arte Extremo-oriental en España

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El coleccionismo del Arte Extremo-oriental en España.

Monográfico de la revista Artigrama (Departamento del Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, nº 18, 2003), dedicado a las colecciones de Arte Oriental en España

Coordinadores: Dra. Elena Barlés Báguena, y Dr. David Almazán Tomás

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Resumen:

El Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza decidió dedicar el monográfico de su revista Artigrama (nº 18) al estudio del coleccionismo de Arte Extremo-Oriental en España. Esta decisión respondió a una consolidada tradición de los estudios sobre arte oriental en dicho departamento. Tal interés por el arte del Extremo Oriente y particularmente por el arte japonés tiene su origen en la figura del catedrático Federico Torralba, especialista en la materia y pionero introductor de esta disciplina que, en el presente, forma parte del plan de estudios de la licenciatura de Historia del Arte de dicha Universidad como asignatura obligatoria. Federico Torralba fue también el director de la tesis doctoral del profesor Sergio Navarro, dedicada a estudio de la escuela Ukiyo-e en las colecciones españolas, la cual es el antecedente de una línea de investigación que en la actualidad se encuentra en pleno desarrollo gracias a los estudios de Elena Barlés, profesora titular, y David Almazán, profesor ayudante, así como a los trabajos de investigación que está realizando un amplio grupo de estudiantes de doctorado, bajo la tutela de los mismos. El gran auge que en los últimos tiempos han experimentando los estudios sobre Asia Oriental en nuestro país y el enorme interés que dicha materia suscita actualmente entre especialistas y público en general, llevó además al consejo de redacción de la revista Artigrama a considerar que era el momento oportuno para reunir a los más destacados especialistas de Arte Oriental en España, bajo la coordinación de los profesores Elena Barlés y David Almazán, con el fin de configurar un estado de la cuestión sobre el patrimonio artístico extremo-oriental en las colecciones públicas y privadas españolas. En esta línea, el monográfico cuenta con estudios de carácter general que pretenden trazar el contexto histórico, cultural, académico y artístico de las relaciones entre España y el mundo extremo-oriental y dar una visión panorámica del coleccionismo español de arte oriental (en especial de arte japonés), además de trabajos más específicos dedicados a algunas de las más importantes colecciones de nuestro país (Colección Torralba en el Museo Zaragoza, Museo Oriental de Valladolid, Museo Etnológico de Barcelona, Colección García Gutiérrez de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Sevilla, Colección Fundación Rodríguez Acosta, etc., así como al fenómeno del coleccionismo de algunas manifestaciones artísticas concretas de Oriente (caso de las lacas japonesa y la porcelana china).

El monográfico se abre con el artículo de la Dra. Elena Barlés profesora titular del Departamento de Historia del Arte del Universidad de Zaragoza titulado “Luces y sombras en la historiografía del Arte japonés en España”. En este trabajo se traza la evolución del conocimiento y estudio del arte nipón en desde el momento en que España y Japón establecieron sus primeros contactos hacia mediados del siglo XVI hasta la actualidad. El trabajo recoge las principales aportaciones de todos aquellos que desde España se acercaron y escribieron sobre la materia; las más importantes publicaciones o trabajos que en lengua castellana han permitido el conocimiento del arte nipón en nuestra sociedad; y las iniciativas emprendidas desde distintas instancias que han posibilitado o impulsado el desarrollo de estudios académicos y de trabajos científicos sobre el arte de Japón. Todo ello se analiza además dentro del contexto de las fluctuantes relaciones entre España y Japón. Fueron portugueses y españoles los primeros europeos que descubrieron el País del Sol Naciente. Durante el llamado siglo Ibérico (desde mediados del siglo XVI a mediados del XVII, aproximadamente) se establecieron intensas relaciones entre Japón y los países de la península Ibérica (unidos bajo una misma corona entre los años 1580 a 1640) gracias del desarrollo del comercio y a la presencia de misioneros cristianos que iniciaron la evangelización del archipiélago. De este momento de tan singular encuentro han quedado diversos testimonios escritos, redactados por españoles y portugueses, comerciantes, viajeros, diplomáticos, y misioneros. Todos ellos fueron fuente extraordinaria de conocimiento; sin embargo, los más numerosos y sobre todo los que lograron plasmar de una manera más completa, profunda y fidedigna la realidad histórica y cultural del Japón de aquel tiempo fueron los redactados por los misioneros, en especial los padres jesuitas, cuyos trabajos, cartas, historias o crónicas, breves ensayos o informes, constituyen reveladores documentos para la filología, la etnografía, la sociología, la antropología y también para la historia del arte. El jesuita Alejandro Valignano (1539-1606) que, aunque napolitano, redactó la mayor parte de su obra en castellano, y los portugueses Luís Fróis (1532- 1597) y Joao Rodrigues (1561-1634), conocido como Tsuzu (“interprete”) fueron, entre otros muchos, algunos de estos autores que legaron a la posteridad sustanciosos escritos en los que se nos brindan excelentes descripciones e incluso interpretaciones de distintos aspectos del arte japonés.Tras la larga etapa de aislamiento que los shogunes Tokugawa impusieron al país durante el periodo Edo (1615-1868) Japón inició hacia mediados del siglo XIX un proceso de apertura y de acelerada modernización bajo el signo de Occidente. Lamentablemente y a diferencia de otros países, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Holanda (por citar los casos más destacados) que, durante los periodos Meiji (1868-1912), Taisho (1912-26), y primeros años del periodo Showa (1926-1989), crearon importantes vínculos políticos, diplomáticos, técnico-científicos, económicos y comerciales con Japón que fueron la base del establecimiento de otras relaciones en el ámbito cultural, España no tuvo la iniciativa de retomar y potenciar relaciones con el archipiélago nipón. La práctica ausencia de vínculos directos con Japón provocó que en España no fructificara, salvo contadas excepciones individuales, un interés científico o académico por Japón que permitiera alcanzar una visión más profunda y penetrante de su arte y cultura, alejada de los tópicos superficiales. Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, solo podemos destacar los testimonios de viajeros, escritores o periodistas, españoles o iberoamericanos (Ricardo Martorell Tellez-Tiron, Juan de Lucena de los Rios, Vicente Blasco Ibáñez, Enrique Gómez Carrillo Arturo Ambroig Luis de Oteyza, entre otros) que potenciaron la imagen exótica, curiosa y literaria de Japón; de diplomáticos que intentaron dar una visión más objetiva del país (Enrique Dupuy de Lôme, Francisco de Reynoso, etc.) y de eruditos que tomaron contacto con el arte nipón a causa pde articipación y directa vinculación con diversas Exposiciones Universales (José Jordana y Morera, Prudencio Fernández Solares y Antonio García Llansó). Sin embargo, únicamente las obras de estos últimos, bien documentados y rigurosas, algunos artículos de revista ilustradas cuyos autores estaban al tanto del interés que en Europa suscitaba el arte de Japón y algunas publicaciones puntuales, traducciones al castellano de críticos e historiadores del arte extranjeros (Edward Strange, Stewart Dick, Karl Woermann, Ernst Cohn-Wiener, Otto Fischer, Tsuneyoshi Tsuzimi, etc.) de notable interés, permitieron un acercamiento auténtico y no superficial al arte de Japón. Desde aproximadamente mediados de la década de los años treinta hasta los años cincuenta del siglo XX, tanto España como Japón atravesaron momentos muy difíciles, por su participación en diferentes conflictos bélicos (Guerra civil y II Guerra Mundial, respectivamente) que tuvieron terribles consecuencias en ambos países En este periodo, por tanto, no produjeron las circunstancias idóneas para el desarrollo de relaciones culturales que permitieran un conocimiento real en España de Japón y su cultura. De nuevo la bibliografía publicada en España sobre arte japonés es expresiva de esta realidad. Tras el vacío editorial producido durante guerra civil, en la década de los cuarenta y de los cincuenta se publicaron visiones más o menos amplias, más o menos afortunadas sobre Japón redactadas por viajeros, diplomáticos y misioneros hispanos. Sin embargo, tan apenas se pueden contar con los dedos de una mano las obras españolas de carácter científico dedicadas al arte de Japón (las obras Alexandre Cirici Pellicer y Noel Clarasó son casi una excepción). Sólo alguna traducción de obras extranjeras anima el panorama. Por fin, la década de los sesenta ve el despertar de lo que hoy podemos considerar los estudios contemporáneos sobre el archipiélago japonés en España que se han desarrollado hasta el momento presente. Diversas circunstancias históricas como el despegue económico de nuestro país, la pacífica transición hacia el régimen democrático, el ingreso de nuestro país en la Comunidad Económica Europea partir de 1986 el desarrollo científico, social y cultural experimentado por España en las últimas tres décadas, el impresionante auge de la economía nipona que hizo que Japón se situase entre las más importantes y admiradas potencias del mundo, la decidida voluntad de ambos países de potenciar sus relaciones bilaterales, la expansión y el acelerado perfeccionamiento de los medios de locomoción y de comunicación y la irrupción de las nuevas tecnologías en el campo de la información, entre otros hechos, han permitido el firme establecimiento de relaciones de todo tipo entre España y Japón, y han posibilitado el progreso en nuestro suelo de los estudios académicos y de las investigaciones sobre el “lejano país de Oriente”. En los últimos cuarenta y cinco años se han introducido en las universidades españolas materia relativas al arte japonés, se han desarrollado investigaciones sobre el tema, se ha convocado becas que han posibilitado la realización de estancias de estudios en Japón, se han organizado exposiciones y se han establecido foros, reuniones científicas, asociaciones, grupos de investigación, centro e instituciones, que han permitido que penetrásemos más en el conocimiento del arte nipón. Hoy por hoy se imparten materias de Arte Extremo Oriental en las Licenciaturas de Historia del Arte de las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid, de Zaragoza, Valladolid, Autónoma de Barcelona, Valencia, Castilla-La Mancha, y en breve se impartirán en la Universidad de Oviedo. También se imparten cursos sobre sobre arquitectura japonesa en las Escuelas de Arquitectura de Madrid, Sevilla y Valencia. Asimismo, las nuevas licenciaturas en Estudios de Asia Oriental (Autónoma de Madrid, Autónoma de Barcelona, Pompeu Fabra de Barcelona y Oberta de Catalunya) han incorporado asignaturas sobre la disciplina. En cuanto a la investigación, hemos de reconocer como pionero de los estudios sobre arte japonés en España a Fernando García Gutiérrez. Este jesuita pertenece a la generación de aquel grupo de españoles que en el periodo de posguerra partieron como misioneros hacia Imperio del Sol Naciente, y que, después de residir en el país durante unos años, regresaron a su lugar de origen donde han desplegado una importante labor de promoción de Japón tanto en el campo académico como en el terreno de la difusión cultural. Se trata de un grupo de hombres de gran talla intelectual y con una completísima formación, que pueden definirse como pioneros de la Niponología en España por ser de los primeros que manifestaron un decidido y real interés científico por la cultura japonesa. En la extensa producción de Fernando García Gutiérrez pueden encontrarse variadas publicaciones: desde manuales clásicos, auténticos hitos historiográficos en España, hasta obras más específica sobre arte Zen y arte Namban, entre otros temas. Tras este estudioso, las investigaciones realizadas en los últimos tiempos, sobre todo a partir de la década de los 80, han ido por varias líneas. La primera es el estudio de las piezas de arte japonés que se encuentran en colecciones públicas y privadas de nuestro país (grabados ukiyo-e, lacas, marfiles, juguetes, cerámica, armas y armaduras, etc.). La segunda es el estudio de la influencia de la cultura y el arte de Japón en el arte español. Dentro de esta línea pueden distinguirse dos periodos que han sido objeto de atención: la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX (Japonismo) y la segunda mitad del siglo XX (el impacto de Japón en el arte actual). A parte de estos dos temas, la historiografía del arte japonés en España y el fenómeno del coleccionismo han suscitado también el interés de los estudiosos. Las mayoría de estos trabajos se han realizado desde la Universidad, siendo focos muy activos la Universidad Complutense de Madrid (grupo Asia con las profesoras Carmen García-Ormaechea, Pilar Cabañas y Eva Fernández, Luis Caeiro y Javier Villalba, entre otros), la Universidad de Zaragoza (profesores Federico Torralba, Sergio Navarro, Elena Barlés, David Almazán y Muriel Gómez), la Universidad de Valladolid (profesora Blanca García Vega) y la Universidad de Oviedo (profesora Yayoi Kawamura). Aparte la arquitectura actual japonesa ha sido objeto de análisis por parte de los investigadores, fundamentalmente en el ámbito de las Escuelas Superiores de Arquitectura (profesores Felix Ruiz de la Puerta y José María Cabeza Lainez). Asimismo, el cine japonés ha sido estudiado en nuestro país, en especial Kurosawa, Mizoguchi y Ozu (investigadores Antonio Santos, Luis Miranda, Manuel Vidal Estévez y Carlos Aguilar).

Con el artículo titulado “la influencia artística de Extremo Oriente en España: de la Chinoiserie al Japonismo”, el profesor de la Universidad de Zaragoza Dr. David Almazán nos introduce en el tema de la seducción que el Extremo Oriente ha ejercido en España desde el siglo XVI hasta nuestros días. A grandes rasgos podemos señalar que la mirada española hacia China y Japón no difiere mucho de lo que podemos denominar la mirada occidental y que la influencia cultural de China y Japón –muchas veces mezclada sin precisión– fue muy similar en toda Europa. Los elementos diferenciadores fueron: lo temprano en establecer relaciones comerciales ­–mediados del XVI en el aislado Japón–, la escasa habilidad de la política exterior española en la zona y la vocación evangelizadora, todavía presente en el siglo XX. Este panorama ha condicionado el coleccionismo en España. Junto al desarrollo del coleccionismo, las modas culturales son un fenómeno necesario para contextualizar las influencias artísticas. Las grandes corrientes que sirven de guía a la influencia del extremo oriental en España son las mismas que las que encontramos en el resto de Occidente. Desde nuestro punto de vista, estas tendencias, con unas características y cronología propias, podemos estructurarlas en dos grandes etapas.

Durante el Barroco y el Rococó una de las tendencias decorativas europeas más exóticas e imitadas fue la denominada Chinoiserie, cuyo origen se encuentra en el coleccionismo de objetos de lujo chinos (realizados para la exportación), como la porcelana, los paneles y muebles lacados, los tejidos y los marfiles. España presenta unas interesantes particularidades en relación con la difusión de la moda por lo oriental. por el contacto en Japón con el denominado arte Namban. Estos primeros objetos del XVI relacionados con la corona de los Austrias anticipan la moda europea de la Chinoiserie en los ambientes cortesanos. En el siglo XVIII, con los Borbones, desde Felipe V e Isabel de Farnesio, la Chinoiserie aparece como renovada influencia desde Francia e Italia, fundamentalmente a través de porcelanas y “charoles”, esto es, paneles lacados. Uno de los máximos exponentes de la Chinoiserie en España es la Chambre du lit diseñada por Filippo Juvarra (1678-1736) en La Granja de San Ildefonso con lacas chinas de época Kangxi. Pero, sin duda, edad de oro de la Chinoiserie hispánica se produjo con Carlos III y la Manufactura del Buen Retiro, con testimonios como el gabinete del Palacio Real y el de Aranjuez.

En una segunda etapa, iniciada a mediados del XIX, la influencia artística del Extremo Oriente derivó hacia el Japonismo, en el ámbito de la cultura burguesa. Considerando a París el epicentro del Japonismo, es necesario precisar que el caso español ocupa un lugar periférico, pero sumamente interesante, gracias a ejemplos como el pintor Mariano Fortuny (1838-1874), con cuadros de temprana cronología, como El Coleccionista de Estampas (1863). Desde finales del XIX, hubo en Barcelona un gran desarrollo del Japonismo, a causa de su apertura hacia Europa, su gran industria gráfica, la Exposición Universal de 1888 y el empuje del Modernismo. Entre los nombres más destacados hemos de citar a la polifacética familia Masriera, Apel.les Mestres, Alexandre de Riquer, Ramón Casas y el propio Joan Miró (Retrato de E.C. Ricart, 1917), entre otros. Fuera de Barcelona, destacamos el interés por el ukiyoe en la pintura del vasco Juan de Echevarría. Por su parte, las revistas ilustradas madrileñas de las primeras décadas del siglo XX (Blanco y Negro, La Esfera, Nuevo Mundo) son un gran foco de difusión del Japonismo. Tras estos artículos de carácter general, la Dra. Pilar Cabañas, profesora de la Universidad de la Complutense de Madrid, nos brinda en su artículo “una visión de las colecciones de arte japonés en España” una panorámica del fenómeno del coleccionismo de piezas artísticas japonesas en España. A pesar de la presencia española en Extremo Oriente desde el siglo XVI hasta la última década del siglo XIX (recordemos nuestra presencia en Filipinas), no podemos decir que en ese periodo se formaran en España colecciones notables de arte japonés o de distintos tipos de objetos producidos por esta cultura. Probablemente, lo más destacable de este momento fueron la llegada de distintos objetos que de arte Namban (cofres, arquetas, sagrarios, trípticos…) que se encuentran dispersos por toda nuestra geografía en grandes y pequeños monasterios o conventos, lugares a los que llegaron en la mayoría de los casos por su conexión con la familia real o con las diferentes órdenes misioneras que ejercían su labor en Japón. Entre ellos están los monasterios de las Descalzas Reales en Madrid, el de la Encarnación y de las Trinitarias Descalzas, junto con el Museo Nacional de Artes Decorativas (procedentes algunas piezas del Gabinete de Historia Natural de Carlos III) en Madrid, de San Juan de la Penitencia en Alcalá de Henares, el Museo de Lorenzana en Lugo (procedente de un monasterio benedictino), el monasterio del Corpus Christi de Murcia, el convento de la Purísima Concepción de Toro (Zamora), y el Museo Diocesano de Pamplona (cofres procedentes de la Iglesia de las Cortes de Navarra).

Cuando Japón emprendió su modernización a partir de mediados del siglo XIX estableció intensas relaciones comerciales con diversos países europeos y norteamericanos. A la par, numerosos occidentales, especialistas en diversos campos, fueron solicitados por el gobierno japonés. Tales hechos favorecieron sin la formación de las primeras grandes colecciones de arte japonés en países como Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Estados Unidos, etc. Sin embargo, España no tuvo relaciones comerciales directas con Japón, y, muy pocos españoles, a excepción de algunos viajeros, misioneros y diplomáticos, tuvieron la oportunidad de conocer el arte japonés en su propio entorno Estos factores, sumados al escaso interés de nuestro compatriotas por el coleccionismo en general, explican la escasez de colecciones de arte japonés en España, durante la segunda mitad del siglo XX y primeras décadas del XIX.

No obstante, en esta época algunos artistas, intelectuales, burgueses y políticos, comenzaron a atesorar colecciones de cierta entidad que, con el tiempo, han pasado a formar parte de museos públicos o privados de nuestra geografía. Estas colecciones se formaron por muy diversas vías pero la más utilizada fue la compra directa en París, centro por excelencia del Japonismo. Entre este tipo de colecciones han de mencionarse las siguientes:

- La colección del pintor granadino José María Rodríguez Acosta, hoy de la Fundación Rodríguez Acosta, en la que se encuentra alguna pieza japonesa

- La colección de Enrique Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, político y arqueólogo, instalada hoy en el Museo Cerralbo de Madrid.

- La colección de Víctor Balaguer, escritor y antiguo Ministro de Ultramar, hoy en la Biblioteca-Museo que lleva su nombre, institución que comenzó a funcionar entre 1884 y 1895.

- La colección Valeriano Salas, viajero, escritor e intelectual, en la actualidad el museo municipal de la pequeña ciudad de Béjar.

- La colección Santos Munsuri. Este coleccionista, que trabajó en el cuerpo de aduanas de Irún, donó su tesoro de 228 piezas al Museo Nacional de Etnología de Madrid.

- La colección del pintor Anglada Camarasa, hoy en posesión de su hija Beatriz Anglada y la Fundació “La Caixa” de Palma de Mallorca.

- La colección de José Palacio, hoy en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

- La magnífica colección de grabados Ukiyo-e de Juan Carlos Cebrián quien trabajó como ingeniero en Estados Unidos desde 1870, y además de fundar algunas bibliotecas españolas en universidades como Berkley o Standford. Su colección fue a parar a la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense de Madrid y al Museo de Artes Decorativas.

También en esta época la Biblioteca de Museos de Arte de Barcelona adquirió en el pabellón japonés de la Exposición Universal de Barcelona de 1888, un total de 118 grabados japoneses. y, asimismo, artistas catalanes compraron estampas japonesa que hoy pueden encontrarse en el Museo de Arte Moderno y el la citada Biblioteca de Museos de Arte de Barcelona; las del artista Santiago Rusiñol se encuentran en el Cau Ferrat de Sigtes. Ya en pleno siglo XX, algunos Museos han incrementado sus colecciones con objetos japoneses. El Museo Oriental de Santo Tomás en el Real Monasterio de Avila posee algunos ejemplos de arte japonés, comprados la segunda mitad del siglo XX. El Museo del Pueblo Español en Madrid alberga once álbumes de estampas y el Museo del Prado posee alrededor de cuarenta y seis estampas, de muy distinta calidad entre ellas, que probablemente forman parte de sus fondos desde 1936. La Biblioteca Nacional cuenta desde 1963 con cerca de 152 estampas de la escuela Ukiyo-e. También fruto del siglo XX son las mejores colecciones japonesas que hoy por hoy se encuentran en nuestro país. La colección japonesa del Museo Nacional de Artes Decorativas es sumamente variada y rica. Posee desde arquetas Namban, a grandes piezas de esmalte, cerámicas y porcelanas de los periodos Edo y Meiji, tallas de marfil, armas, armaduras, bronces, grabados sueltos y en libro y libros pintados. Son muy importantes, la colección de Arte Oriental del Museo de Zaragoza que fue legada en el año 2001 por el profesor Federico Torralba Soriano; la colección de Arte Oriental de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, donada por el investigador jesuita Fernando García Gutiérrez y dada a conocer al público en el año 2002; y las secciones japonesas del Museo de Arte Oriental del Real Colegio de Agustinos en Valladolid y del Museo Etnológico de Barcelona. Las cuatro colecciones han sido objeto de estudio específico en el monográfico de Artigrama, tal y como veremos a continuación.

La “Colección de Arte Oriental Federico Torralba”, compuesta por más de un millar de piezas entre esculturas, pinturas, estampas, grabados, objetos lacados, cerámicas y porcelanas de China y Japón en primer lugar, además de Corea, Tailandia, Tibet, Nepal y otros países, constituye, junto con la biblioteca especializada (2000 obras) que la acompaña, uno de los más significativos conjuntos ingresados en el Museo de Zaragoza, en virtud del Pacto Sucesorio establecido entre el Gobierno de Aragón y D. Federico Torralba. Este trabajo. La revista Artigrama incluye un articulo, redactado por los profesores Federico Torrralba, Sergio Navarro Polo y Elena Barlés, y los técnicos en Museos Juan Ulibarri y Miguel Belltran (Director del Museo de Zaragoza), donde se presenta la colección desde el punto de vista del coleccionista, se explica el proceso administrativo de incorporación de dicha colección al patrimonio del Gobierno de Aragón, se hace una valoración artística del conjunto y del papel de dicha colección en el contexto de la institución que la alberga. De esta colección de Arte Oriental hay que destacar sin duda su espléndida sección japonesa. Cuenta con más de 200 piezas de laca, entre las que destacan 75 inro de gran calidad. El conjunto de libros ilustrados (179 volúmenes) y estampas de la escuela ukiyo-e (137) es muy importante ya que se encuentran obras de artistas tan renombrados como Harunobu, Utamaro, Tori Kiyonaga, Hiroshige, Keisei Eisen, Hokusai, Utagawa Kunisada, Utagawa Toyokuni, etc. La sección japonesa incluye también esculturas budistas, cerámicas y porcelanas (Shigaraki, Bizen, Imari, Satsuma), pinturas (de autores como Hakuin), muy buenas caligrafías y otros variados objetos como armas y tsuba etc.

A finales del año 2002, la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla colocó en uno de sus principales salones la colección de Arte Oriental de China y Japón, que la Compañía de Jesús le donó de un modo permanente y definitivo. Esta colección perteneció al padre jesuita y especialista en arte japonés Fernando García Gutiérrez y constituye el resultado de sus muchos años de contacto con Oriente durante su vida, especialmente con Japón. Esta formada por más de un centenar de objetos de China y Japón (de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX), entre los que se encuentran pinturas, esculturas, cerámicas, piedras duras, platería, grabado ukiyo-e, etc. En el artículo “La colección de Arte Oriental en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla”, el mismo Fernando García Gutiérrez se encarga de comentar esta colección, de la que destaca la parte japonesa de la que hay que mencionar varios grabados de Ukiyo-e de distintos autores,; una pintura de Shunrai del siglo XIX, que representa al Monje Daruma en el estilo abreviado de influencia de la secta budista Zen; y varios chawan.

El más importante Museo Oriental de España es sin duda Museo del Real Colegio de Agustinos Filiinos en Valladolid.. Su director Blas Sierra de la Calle, nos ofrece en su artículo “Museo Oriental: China, Japón y Filipinas en Valladolid ” una completo resumen de la naturaleza de todos sus fondos. Aunque mayor parte de las piezas de este museo proceden de China y Filipinas, merece especial consideración su sección Japonesa que cuenta con más de 1.300 piezas de arte (esculturas, obras de metal, caligrafías y pinturas, lascas, cerámica y porcelana, armas y armaduras, vestimentas, grabados y fotografías) de los periodos Edo (1603-1868) y Meiji (1868-1911). Es digna de destacar la importantísima colección de fotografía japonesa del siglo XIX que posee el Museo Oriental del Real Colegio de los Padres Agustinos de Valladolid que fue donada en 1982. Esta constituida por un conjunto de 670 fotografías de renombrados fotógrafos como Felice Beato, Raimund Von Stillfried, Adolfo Farsari, Ueno Hikoma, Kusakabe Kimbei, Tamamura Kozaburo, Ogawa Kazumasa, Usui Shusaburo, Uchida Kuichi, entre otros.

La profesora de la Universitat Oberta de Catalunya, Muriel Goméz en su artículo “Mingei o el arte del pueblo. Colecciones japonesas Museo Etnològic de Barcelona” nos ofrece una visión de la rica y variada sección japonesa de este Museo catalán. Su parte más notable es la de cerámica, con cerca de 800 piezas, en su mayoría de hornos activos en las fechas en que se ellas se compraron: Mashiko, Seto, Tamba, Bizen, Kurashiki, Hagi, etc.. También destacan las piezas de arte religioso, las de metal, laca, pinturas, grabados y un equipo de grabador, incluidas las planchas, instrumentos musicales, armaduras, mobiliario, textiles y juguetes tradicionales. Muchas de estas singulares obras fueron adquiridas en campañas de investigación y recogida, organizadas por la Fundación Folch con la ayuda de Eudald Serra Güell (1957, 1961, 1964 y 1968). Tal y como señala la profesora Muriel Gómez en su artículo estas colecciones son además un perfecto ejemplo para entender lo que supuso el Mingei Undo, un movimiento estético japonés -también filosófico y religioso- nacido como reacción al proceso de industrialización del país y que tuvo como consecuencia más destacada la revitalización del arte popular de Japón.

Una de las artes más bellas del Japón, the lacquer pieces, es objeto de estudio del artículo “Coleccionismo y colecciones de la laca extremo oriental en España desde la época del arte namban hasta el siglo xx”, redactado por la Dra. Yayoi Kawamura, profesora de la Universidad de Oviedo. Desde la apertura de la ruta marítima hacia Oriente, y sobre todo desde la llegada de los barcos portugueses a las islas japonesas (1543), los misioneros y comerciantes ibéricos iniciaron la adquisición de los objetos lacados de Japón y, en incluso, comenzaron a demandar objetos lacados por encargo de uso europeo. Exclusivamente dedicados a su exportación a Occidente, estos objetos del arte Namban eran realizados en madera, bajo la indicación de los encargantes que aportaban sus modelos, y tratados con la laca urushi con la técnica de maki-e. Durante los siglos XVI y XVII las piezas lacadas llegaban a la Península fundamentalmente a través del puerto de Lisboa y tenían como destino las colecciones de los Austrias y de la alta nobleza. Es bien conocido el coleccionismo de distintos miembros de la casa de Habsburgo, tanto en Alemania como en España y Portugal. Algunas de estas esplendidas piezas se han conservado hasta la actualidad. Podemos encontrarlas en los fondos de las actuales colecciones reales y en las dependencias de los conventos y monasterio de patronazgo real, especialmente en los llamados Relicarios ya que las arcas de laca namban de aspecto lujoso y exótico eran consideradas contenedores muy adecuados para preservar los restos o reliquias de distintos santos. Piezas muy interesantes se hallan en el convento de las Descalzas Reales y en el de la Encarnación, ambos en Madrid, en el museo de la iglesia de Lorenzana, perteneciente a un antiguo monasterio benedictino en Lugo, en el monasterio del Corpus Christi de Murcia y en el convento de San Juan de Penitencia, en Alcalá de Henares. Durante el siglo xviii, el coleccionismo de la laca se unió a la moda chinesca, y la bahía de Cádiz se convirtió en el lugar de tráfico y comercio de estos objetos. Las lacas llegaban al puerto gaditano a través de tierra americana, es decir, por la vía Acapulco-Vera Cruz, o a través de los barcos holandeses e ingleses que arribaban a dicho puerto. Este dato indica la presencia de un floreciente comercio de objetos extremo orientales en Cádiz durante el siglo xviii. En la Edad Contemporánea, los objetos japoneses empezaron a circular por Europa gracias a la política aperturista del gobierno nipón, a partir de la revolución Meiji. Las exposiciones universales, como la celebrada en Barcelona en 1888 provocaron, de nuevo, la fiebre coleccionista de las obras de urushi. Hubo muy buenas colecciones de laca japonesa en España como la del empresario catalán Joseph Mansana. Otras colecciones de interés son las ya citadas de de José Palacio (hoy en el Museo de Bellas Artes de Bilbao) y la de Federico Torralba (ahora en el Museo de Zaragoza).

En fin, el monográfico de la revista Artigrama incluye otros artículos que se centran en arte de otras zonas del Este de Asia. Este es el caso de los artículos “El pintor coleccionista. Rodriguez-Acosta y su mirada hacia el arte asiático” de la Dra. Isabel Cervera, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid y “El coleccionismo de Arte Extremo Oriental en España: porcelana china” de la Dra. Carmen García Ormaechea, profesora de la Universidad Complutense de Madrid .
El Carmen construido en el primer cuarto del siglo XX cerca de la Alhambra, en la ciudad de Granada por el pintor José María Rodríguez-Acosta (1878-1941) como estudio y lugar de retiro intelectual atesora un conjunto obras, reunidas por el artista andaluz, procedentes de las principales áreas culturales de Asia (Birmania, Camboya, China, Tíbet, India, Japón y Tailandia) bajo un denominador común: su relación con las diferentes formas religiosas del continente asiático. El budismo, taoísmo, confucionismo, sintoísmo e hinduismo y sus tradiciones devocionales conforman el hilo conductor de la colección Rodríguez-Acosta. Su perfil como colección corresponde a un sentir etnográfico más que artístico, que manifiesta una mirada determinada hacia las formas no-europeas.

Uno de los apartados más importantes del coleccionismo de arte extremo-oriental en España es la porcelana china, debido a su abundancia, antigüedad y variada tipología. No obstante, en algunas pocas piezas la calidad técnica es mediocre o el virtuosismo decorativo resulta excesivo, pero no lo suficiente para reducir el interés artístico de las colecciones. Entre las numerosas colecciones españolas de porcelana china hay que destacar las públicas, si bien algunas privadas son superiores en antigüedad, calidad y tipología (aunque no vayan a ser divulgadas en el presente texto en respeto al anonimato de sus dueños). En primer lugar las del Patrimonio Nacional, especialmente las ubicadas en el Palacio Real de Madrid y en el Palacio de La Granja de San Ildefonso en Segovia, e inmediatamente después las misionales (que resultan igual o más importantes gracias a su mayor antigüedad), como las de la orden de los Agustinos de Valladolid o la de los Dominicos de Ávila. El objetivo de este artículo es plantear al lector español la valoración de la porcelana china desde la estética china (radicalmente distinta a la nuestra, que tiende a considerar estas piezas meramente como “artes decorativas”), utilizando algunos de los mejores ejemplares de las colecciones públicas españolas para facilitar su comprensión.


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