Los alumnos de Secundaria y Bachillerato que este año participan en la Semana de Inmersión en Ciencias han contado con un incentivo más: experimentar con la impresora 3D fabricada entre investigadores y alumnos de un colegio zaragozano, con la que han creado piezas y figuras tridimensionales. Los futuros universitarios seleccionados para participar en esta actividad que cada año oferta la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza han comprobado cómo la química facilita la vida de los ciudadanos, en numerosos aspectos desde la salud, la higiene, el cuidado personal y la alimentación, al mismo tiempo que han conocido el novedoso método de licuación de helio, desarrollado por investigadores de la Universidad de Zaragoza y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Durante estos cinco días, los participantes han observado los diversos métodos y técnicas utilizadas por los investigadores: desde biosensores, química verde, tratamientos del agua, síntesis de polímeros, inmunidad y cáncer, hasta cristales líquidos, maniobras orbitales, diseño microelectrónico, materia oscura y física de neutrinos o el estudio y clasificación de minerales y fósiles.
Superposición de láminas
En este recorrido de una semana por las diferentes disciplinas científicas de la facultad, a los alumnos les ha sorprendido el funcionamiento y las aplicaciones de la impresora 3D, diseñada y fabricada dentro de un proyecto entre un colegio zaragozano y el profesor del Departamento de Ingeniería y Comunicaciones de la Universidad de Zaragoza, José Barquillas. Los resultados obtenidos son estimables, dada la precariedad y sencillez de los medios utilizados cuando se creó. De hecho, en ese momento, los componentes no se podían obtener en España, como ahora, sino que hubo que adquirirlos en Estados Unidos, como el extrusor y el filamento plástico, y en Inglaterra, los motores paso a paso de la precisión requerida.
La peculiaridad de la impresora de 3D es que permite reproducir una pieza u objeto a partir de la superposición de miles de capas o secciones, con una exactitud y realismo muy elevados, con múltiples aplicaciones como, por ejemplo, la que se deriva del Big Brain, un atlas del cerebro humano en 3D, que se acaba de publicar en la revista Science en su último número.
La impresora 3D se limita a reproducir las órdenes diseñadas previamente mediante las correspondientes aplicaciones de software y guardadas en un fichero de ordenador. La impresora contiene un pequeño tubo metálico, denominado extrusor, por el que se introduce el filamento de plástico de 1.75 mm de diámetro, que al calentarse a unos 220 grados de temperatura se funde y cae como un fino hilo. Este filo se solidifica al llegar a la superficie que constituye la base de la impresora, a 100 grados de temperatura, y va formando las sucesivas capas o secciones de plástico, que finalmente, conforman el objeto.
La precisión obtenida depende básicamente del número de capas, que condiciona asimismo el tiempo de impresión. Por otra parte, la densidad seleccionada tiene efecto en la solidez de la pieza y la cantidad de plástico consumido.Un sistema mecánico de precisión, controlado por el ordenador, realiza los movimientos horizontal y vertical de la cabeza que soporta el extrusor, así como de la base de la impresora.